En el día a día he podido presenciar la dinámica de las parejas que se da desde que las redes sociales han pasado a ser parte importante de la interacción de la sociedad. Desde coqueteos hasta uniones, desde convivencias hasta divorcios. Es sabido que estos espacios virtuales han contribuido a formar parejas; un “tú me agregas como amigo, chateamos y nos conocemos” es la tónica de la unión virtual antes de conocerse cara a cara. Esto, desde mi punto de vista, no deja de ser preocupante, pues la faceta que dan a conocer los sujetos en su mayoría son sólo caretas y no la verdadera personalidad. El riesgo a una diversa gama de hechos inesperados –desagradables más que agradables- es alto. Pero no es esto a lo que quiero apuntar en este escrito. Aquí me quiero referir a cómo los distintos espacios virtuales, generalmente redes sociales u otros, como MSN, influyen en la destrucción de la relación como tal.
En un principio, cuando dos personas han comenzado una relación amorosa, todo tiene un matiz perfecto; existe una idealización del otro y por ello no se percatan -porque sí existen- de las diferencias y defectos del otro, de las rivalidades, de las carencias, etcétera. Es muy baja la tasa de conflictos que se dan en aquella etapa, pues no importan los demás, no importa qué y cuántos amigos tienes en Facebook, no importa quién te sigue o a quién sigues en Twitter, no importa el mínimo tiempo que pasas en MSN porque casi todo el día están juntos. “Nuestro mundo somos nosotros”. Pero luego de este precioso tiempo donde todo es "color de rosa", la realidad toca la puerta. La atención ya no está completamente en un “nosotros dos”, la burbuja se está extinguiendo, vuelve la individualidad de cada uno dentro de ese mundo de dos… pasan a ser una pareja rodeado de “otros” y, entre otros eventos, es aquí donde entran en juego las redes sociales: "¿Me puedes explicar por qué X persona te posteó esto en tu muro?", "Asi que estuviste con tu ex... lo vi en una foto que te etiquetaron", "¡¡¿Pero por qué no quieres colocar en tu Facebook que tienes una relación conmigo?!!, "Yo creo que me está cagando, todos los días habla por MSN con esa tipa", "Cuando estamos juntos no deja el Twitter de lado", “¿Puedes creer que después de discutir me dejó “sin admisión”?... así suma y sigue. Es increíble observar la generación de conflictos que pueden provocar estos espacios virtuales en la pareja: desde discusiones, mentiras, infidelidades y engaños hasta angustia, ansiedad, celos patológicos o un escueto posteo (basado en un hecho real): “Ya no eres más mi marido”.
Las redes sociales son útiles, eso no se niega, pero hay que saber usarlas. La vida de pareja será exitosa mientras como pareja se potencien –y no por los comentarios o por cuantos “me gusta” reciban frente a la frase “Te amo X” en un estado de Facebook-, será exitosa mientras ambos se disfruten físicamente, mientras no mezclen la interacción real –de carne y hueso- con la interacción virtual. Que en lo virtual quede lo banal y en lo físico lo importante. Un “te amo” mediante un mensaje de Twitter no es lo mismo que un “te amo” cara a cara.
En el caso de existir conflictos en la pareja, lo lógico es enfrentar el problema frente a frente. Entonces, ¿por qué muchas/os optan por la vía virtual?. Pensemos… ¿Qué es más fácil?: ¿discutir a través de una pantalla o estando físicamente frente al otro?, ¿tener tiempo para pensar, borrar y corregir alguna oración o poseer sólo unos segundos para responder a viva voz?, ¿pararte del escritorio, ir a la cocina a buscar comida y bebida, ir al baño, chatear con otra persona al mismo tiempo o estar físicamente y a solas frente a la pareja?.
No hay interacción más directa que la física, no hay interacción más íntima que la de la pareja. Por favor… a no imponer lo virtual por sobre lo real. En caso contrario, un click puede matar el amor.
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