jueves, 8 de noviembre de 2012
No es consejería, es psicoterapia
martes, 27 de septiembre de 2011
Relación de pareja y mundo virtual: Tú, yo y Facebook.
En el día a día he podido presenciar la dinámica de las parejas que se da desde que las redes sociales han pasado a ser parte importante de la interacción de la sociedad. Desde coqueteos hasta uniones, desde convivencias hasta divorcios. Es sabido que estos espacios virtuales han contribuido a formar parejas; un “tú me agregas como amigo, chateamos y nos conocemos” es la tónica de la unión virtual antes de conocerse cara a cara. Esto, desde mi punto de vista, no deja de ser preocupante, pues la faceta que dan a conocer los sujetos en su mayoría son sólo caretas y no la verdadera personalidad. El riesgo a una diversa gama de hechos inesperados –desagradables más que agradables- es alto. Pero no es esto a lo que quiero apuntar en este escrito. Aquí me quiero referir a cómo los distintos espacios virtuales, generalmente redes sociales u otros, como MSN, influyen en la destrucción de la relación como tal.
En un principio, cuando dos personas han comenzado una relación amorosa, todo tiene un matiz perfecto; existe una idealización del otro y por ello no se percatan -porque sí existen- de las diferencias y defectos del otro, de las rivalidades, de las carencias, etcétera. Es muy baja la tasa de conflictos que se dan en aquella etapa, pues no importan los demás, no importa qué y cuántos amigos tienes en Facebook, no importa quién te sigue o a quién sigues en Twitter, no importa el mínimo tiempo que pasas en MSN porque casi todo el día están juntos. “Nuestro mundo somos nosotros”. Pero luego de este precioso tiempo donde todo es "color de rosa", la realidad toca la puerta. La atención ya no está completamente en un “nosotros dos”, la burbuja se está extinguiendo, vuelve la individualidad de cada uno dentro de ese mundo de dos… pasan a ser una pareja rodeado de “otros” y, entre otros eventos, es aquí donde entran en juego las redes sociales: "¿Me puedes explicar por qué X persona te posteó esto en tu muro?", "Asi que estuviste con tu ex... lo vi en una foto que te etiquetaron", "¡¡¿Pero por qué no quieres colocar en tu Facebook que tienes una relación conmigo?!!, "Yo creo que me está cagando, todos los días habla por MSN con esa tipa", "Cuando estamos juntos no deja el Twitter de lado", “¿Puedes creer que después de discutir me dejó “sin admisión”?... así suma y sigue. Es increíble observar la generación de conflictos que pueden provocar estos espacios virtuales en la pareja: desde discusiones, mentiras, infidelidades y engaños hasta angustia, ansiedad, celos patológicos o un escueto posteo (basado en un hecho real): “Ya no eres más mi marido”.
Las redes sociales son útiles, eso no se niega, pero hay que saber usarlas. La vida de pareja será exitosa mientras como pareja se potencien –y no por los comentarios o por cuantos “me gusta” reciban frente a la frase “Te amo X” en un estado de Facebook-, será exitosa mientras ambos se disfruten físicamente, mientras no mezclen la interacción real –de carne y hueso- con la interacción virtual. Que en lo virtual quede lo banal y en lo físico lo importante. Un “te amo” mediante un mensaje de Twitter no es lo mismo que un “te amo” cara a cara.
En el caso de existir conflictos en la pareja, lo lógico es enfrentar el problema frente a frente. Entonces, ¿por qué muchas/os optan por la vía virtual?. Pensemos… ¿Qué es más fácil?: ¿discutir a través de una pantalla o estando físicamente frente al otro?, ¿tener tiempo para pensar, borrar y corregir alguna oración o poseer sólo unos segundos para responder a viva voz?, ¿pararte del escritorio, ir a la cocina a buscar comida y bebida, ir al baño, chatear con otra persona al mismo tiempo o estar físicamente y a solas frente a la pareja?.
No hay interacción más directa que la física, no hay interacción más íntima que la de la pareja. Por favor… a no imponer lo virtual por sobre lo real. En caso contrario, un click puede matar el amor.
sábado, 21 de mayo de 2011
¡Qué lindo es equivocarse!
Hoy, caminando hacia mi casa, escuché sin intención la conversación –más apegada a ser discusión- de una pareja que caminaba delante de mí. Él, en tono firme y ofuscado, le dijo a ella: “¡yo no me equivoco!”.
El error... la piedra en el zapato de muchos, es definido por la RAE como un "concepto equivocado o juicio falso", "acción desacertada o equivocada", "cosa hecha erradamente", entre otras acepciones. A juicio personal, el error es, sin duda, la acción base por excelencia de todo comportamiento humano. ¿Qué sería de ti, de mí, de todos nosotros, si no existiera el error?. Respuesta inconcebible, inimaginable. No habría aprendizaje -de pequeños aprendemos mediante el ensayo y error-… y ¿qué somos si no aprendemos?.
Pero la duda que me asalta, y también por la que escribo este pequeño texto, es que si consideramos al error como ingrediente principal de nuestras vidas y como algo netamente humano, ¿por qué sentimos tanta angustia cuando erramos?. Es cierto, a nadie le gusta equivocarse, ¿por las consecuencias de cada equivocación, por el esfuerzo que cuesta enmendar una equivocación?... Amigas y amigos, así aprendemos. Si bien el error no es deseado, cada equivocación es un gran paso para aprender, por lo tanto, cada vez que nos equivocamos deberíamos centrarnos en qué aprendimos y no netamente en qué fallamos. El llamado de atención que hago sin ánimo de incomodar a nadie, es dirigido a dejar de resistirse al error, a abrirle las puertas y ventanas de nuestra conciencia, a no negarlo y a aprender de él, a decirse a sí mismo "¡qué lindo es equivocarse!… ¡no por errar se es menos inteligente!.
Errar es humano… ¿triste o feliz realidad?. Somos humanos
domingo, 1 de mayo de 2011
sábado, 2 de abril de 2011
Verborrea NO.
- Señora X: Bla, bla, bla...
- Señores Xs: ¡jajajajaja!, bla, bla, bla...
- Señora X (increpándome): ¿Por qué estás tan callada?
Declaración: estoy molesta. Estoy molesta con la necesidad de verbalizar todo lo que en algún minuto tomó forma en nuestra mente, con la necesidad que algunos tienen de hablar, hablar, hablar y seguir hablando con el solo propósito de llamar la atención, con la impulsividad con que otros musitan sonidos con ideas inconexas y banales, con la sed insaciable de aprobación social, con el gran miedo que aún se le tiene al silencio; estoy molesta con la connotación de "socialmente aceptable" que se le ha otorgado a la verborrea.
Por favor, quédese en silencio por más de cinco minutos y sienta. ¡Siéntase!. No tenga miedo de callar, no tenga miedo de lo que pueda decir la otra persona, no tenga miedo de hablarse a sí mismo, de escucharse a sí mismo, de conocerse a sí mismo.
Pareciera que el no hablar como papagayo es signo de enfermedad. Y aclaro que no estoy diciendo que el mutismo es sano, no, no lo es, por el contrario, es necesario tener una vía de escape verbal para atenuar la angustia, pero eso no quiere decir que SIEMPRE tenemos que estar hablando. Mi crítica es hacia la verborrea, hacia la palabrería excesiva, hacia esas personas que creen que hablando en exceso van a ocultar todas sus carencias afectivas y de autoconfianza. El hablar demasiado, también es signo de enfermedad.
Solicito un acuerdo. Pido encarecidamente que se valore el silencio cuando es necesario, que no se tome como una mala actitud el no hablar cuando todos hablan, que no se considere extraña a la persona que en vez de decir un disparate guarde silencio y sólo observe. Pido respeto para los que elegimos cerrar de vez en cuando los labios y reflexionar antes de hablar. A cambio, podemos seguir soportando (una dura tarea) los "blablablá" infinitos y carentes de contenido con que algunas personas pretenden reafirmarse.
Cada individuo elige callar o hablar... si ud. quiere ser verborreico, adelante, séalo, pero por favor, analice la situación y respete los límites. A veces, las palabras de sobra pasan a ser una verdadera molestia para el resto. Respeto mutuo y todos felices.
- Yo: ¿Por qué no debería estarlo?
- Señora X: Pero di algo...
- Yo: "Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla" (S. Freud)
sábado, 8 de enero de 2011
Relaciones instrumentales: ¿Somos individualistas por naturaleza?
Los humanos somos seres eminentemente sociales, necesitamos de los demás para "ser". Es indiscutible que el contacto con otros es un factor esencial para el propio bienestar psicológico. Pero, hilando más fino, ¿qué buscamos y qué adquirimos en y de las relaciones interpersonales?. Esta es una pregunta que me ha inquietado en reiteradas ocasiones, y frente a la que finalmente respondo -queriéndolo compartir por este medio- que toda relación tiene un objetivo basado en el propio beneficio. Puede sonar un tanto alejado de la afectividad, una conclusión carente de sentimientos y quizás rozando el sentido materialista, es cierto, por ello quiero explicitar que es simplemente mi opinión, que no necesariamente debe ser compartida por el resto, inclusive, creo que lo más probable es que se rechace hasta de manera tajante.
Me explico entonces. Una amistad, una pareja, hermanos, padres, una simple pregunta a alguien que vaya por la calle. ¿Cuál es el propósito?. Se está aburrido solo en casa, y se llama a algún amigo para conversar o pasar un momento agradable, ¿Con qué fin?. Bueno, para conversar, reír, etcétera, y... se quita el aburrimiento. ¡Touché!, ¡se quita el aburrimiento!: beneficio propio; mismo resultado para los distintos motivos que llevan a las personas a entablar relaciones de amistad. ¿Cuál es la razón por la que la gente tiene pareja?, para tener compañía constante, para sentirse querido, para ser contenido emocionalmente, con fines carnales, pasionales, eróticos, entre otros; se enamora, hay una alta producción de endorfinas que causan placer. Placer, placer propio por estar con otro, placer propio a costa de otro, ¡placer propio!. Con los padres algo similar, aunque tienen la tarea de mantener a los hijos hasta cierta edad. ¿Cómo se sienten los padres responsables cuando no suplen las necesidades que tienen sus hijos?, fracasados, impotentes, tristes, ansiosos, factores que arriesgan su propia estabilidad emocional; entonces, hacen el mayor esfuerzo que pueden para que sus hijos estén bien en todo sentido, así sienten la satisfacción de verlos surgir, de ser "buenos padres", ya sea por opinión de los mismos hijos o por autoevaluación, como sea, da como resultado satisfacción propia. Asimismo, los hijos mantienen buena relación con sus padres para obtener recursos, ya sean afectivos (cariño, apoyo, contención emocional, comunicación, etc.), materiales, económicos, culturales; recursos que se ligan al beneficio propio, a tener un buen pasar, a vivir tranquilamente... ¡satisfacción! y ¡propia!. Podría estar horas dando ejemplos, pero mi intención es graficar y no limitarme a hechos concretos; es dar a entender una percepción macro.
Es así como me atrevo a sostener que toda relación interpersonal comienza, se mantiene y termina siendo instrumental, toda relación que se establece es con un fin, con un motivo, con una idea poderosamente alojada en nuestro preconsciente (es sabida, pero negada). Subyacente a cualquier frase cliché se encuentra un amigo de quienes lo reconocemos y hablamos con la cruda y mal recibida verdad y enemigo de los moralistas, románticos e idealistas, el alabado y criticado beneficio personal.
Descargar documento PDF
lunes, 27 de diciembre de 2010
Consecuencias de la catástrofe del 27 F en los procesos terapéuticos de psicólogos y psiquiatras de Concepción, Chile: Un acercamiento cualitativo
Esta investigación fue presentada como ponencia en el VI Encuentro Internacional de Estudiantes de Psicología, realizado del 25 al 29 de octubre de 2010 en la Universidad de la Habana, Cuba.
Referencia:
Descargar documento PDF